[Publicado en 1986, El
significado de la 2ª Guerra Mundial es uno de los libros
menos conocidos de Ernest Mandel. Escrito con ocasión del
cuarenta aniversario del final de la guerra, se mantiene
totalmente vivo veinte años después, como uno de los escasísimos
análisis marxistas de un acontecimiento que ha determinado la
historia de nuestra época. Por ejemplo, el capítulo que
publicamos del libro de Mandel, dedicado a las consecuencias
de la guerra, permite no sólo entender las condiciones económicas,
políticas y militares que dieron origen a la Guerra Fría,
sino también las raíces burocráticas del “bloque soviético”,
que son un dato esencial para comprender su derrumbe medio
siglo después.
Con ocasión del 60
aniversario del final de la Guerra han reaparecido las mitologías
de EE UU como liberador de Europa; también han asomado más
discretamente las añoranzas del socialismo que fue
“realmente existente”. El texto que publicamos, recordando
también el décimo aniversario de la muerte de Ernest, es una
contribución a reconstruir una memoria del siglo XX en la que
la crítica radical a la “historia oficial” no esté
contaminada por el estalinismo. Es también un homenaje a
quienes Mandel dedicó su libro: “A la memoria de todos
los que dieron su vida luchando contra el fascismo y el
imperialismo, en primer lugar a quienes cayeron combatiendo
por transformar esa lucha en la victoria de la revolución
mundial”].
Apenas terminaba la Segunda Guerra Mundial cuando la Guerra Fría
comenzó. La evolución de la primera en la segunda se dio rápidamente
y sin interrupción; al respecto, muchos historiadores e ideólogos
radicales, tanto de derecha como de izquierda, han argumentado
que la Segunda Guerra Mundial realmente nunca acabó o, más aún,
que la Tercera Guerra Mundial empezó en 1945.
Tales opiniones son, por supuesto, exageradas. La esperanza de
Hitler y Tojo de que la alianza militar entre las potencias
imperialistas occidentales y la URSS se rompería en el último
momento y que un cambio de alianzas sería entonces posible,
no cristalizó. La colaboración militar dentro de la alianza
continuó hasta la inmediata consecuencia de la rendición de
Alemania y Japón. Cualquier tensión desarrollada entre
Washington, Londres y Moscú surgió dentro del marco de la
alianza y no condujeron a su ruptura. Sólo cuando finalmente
el enemigo común fue vencido, la cuestión de quién debería
dirigir al mundo vino a dar preponderancia a todas las demás
consideraciones.
¿Cómo y cuando empezó realmente la Guerra Fría? Esta
pregunta ha sido discutida abiertamente entre los
historiadores en Occidente y, más indirectamente, en el Este
de Europa (dada la importancia de la revisión histórica para
la burocracia) y el “movimiento comunista mundial”.
Algunos autores comunistas y soviéticos señalan el comienzo
de la Guerra Fría a partir de la muerte del presidente
Roosevelt, perpetuando así el mito de un Roosevelt “amante
de la paz”, diferente de un Truman “agresivo”, mito no
basado en hechos de ninguna clase. Otros lo sitúan a partir
de la proclamación de la Doctrina Truman o del lanzamiento
del Plan Marshall /1. Pero debe hacerse una distinción
entre las que fueron dos etapas sucesivas de la Guerra Fría.
Durante la primera etapa, el conflicto estaba en el control
político y militar de Europa Oriental. El control (“los
gobiernos favorables a la Unión Soviética”) había sido
garantizado en gran medida a Stalin en las conferencias de
Moscú, Quebec y Yalta. Summer Welles, el secretario de Estado
de EE UU, escribió algunos meses después de Yalta: “El
gobierno soviético está tan legítimamente autorizado a
promover un sistema regional en Europa Oriental, compuesto por
gobiernos independientes, cooperativos y propicios entre los
países adyacentes a Rusia, como EE UU ha contado con la
justificación para promover un sistema interamericano de
veintiún repúblicas americanas soberanas en el hemisferio
occidental” /2. Mientras el arreglo propuesto
daba a los imperialistas occidentales, y en primer término a
Gran Bretaña, alguna decisión menor en la conformación del
destino político, y especialmente económico, de esos países,
no implicaba una rápida retirada de las fuerzas de ocupación
soviéticas o la “neutralidad” total de la fuerza de
ocupación frente a su eventual evolución política /3.
Que las potencias que realizaban la ocupación influirían en
la política de posguerra de los países ocupados, estaba
claro por la forma en que los aliados occidentales manejaron a
Italia, de cuyo gobierno la Unión Soviética fue sutilmente
excluida. El orden en Europa oriental, como en Italia, en gran
medida, reflejó el equilibrio de fueras militares en el
continente europeo tal como prevaleció entre octubre de 1944
y febrero de 1945. El fracaso de los aliados occidentales para
entrar repentinamente en Alemania desde Italia, su falta de
habilidad para cruzar el Rhin rápidamente después de la
invasión de Normandía y, sobre todo, los efectos de la
contraofensiva alemana de las Ardenas sobre sus objetivos
militares -en el momento en que el Ejército Rojo estaba
arrasando con los países de Europa oriental- condujeron al
“espíritu de Yalta” político.
Sin embargo, en la primavera y a principios del verano de 1945
el equilibrio de fuerzas cambió. El ejército americano
estaba ahora invadiendo firmemente el continente europeo y su
potencial de fuego (armamento mecanizado e infraestructura
industrial) era el más poderoso del mundo. Se daba un
consenso creciente entre los líderes de EE UU en relación a
que “había llegado el momento de tomar una fuerte
actitud americana hacia los soviéticos, en el sentido de que
no podían ser perjudicadas nuestras perspectivas aunque Rusia
tenga que retrasar o incluso detener su proyecto de guerra en
Europa y Asia” /4. En el último verano EE UU había
desarrollado la bomba atómica y era capaz -dada la nueva
extensión de sus bases militares- de arrojarla en cualquier
parte del mundo. La tentación de utilizar esa superioridad
para recuperar lo que había sido “garantizado” a Stalin
era, ciertamente, muy grande. Que Roosevelt hubiera muerto y
Truman ocupara su lugar, marcó algunas pequeñas diferencias:
pero el proceso era inevitable. Alentado por Churchill y por
su propio personal político y militar, Truman comenzó sus
funciones oponiéndose al consenso de Yalta. Harriman, su
embajador en Moscú, cuestionó abiertamente el control soviético
sobre Rumania y Bulgaria, aunque éste era ejercido en Rumania
a través de un rey, que era un jefe de Estado puramente
nominal, y había algunas dudas acerca de la lealtad popular búlgara
hacia la Unión Soviética /5. En Hungría, en 1945,
tuvieron lugar elecciones libres y las perdió el Partido
Comunista. Lo mismo sucedió en Austria. En Checoslovaquia
también fueron libres, y aunque el PC se convirtió en el
partido mas fuerte, no pudo gobernar solo. En todos estos países,
con excepción de Bulgaria, los gobiernos de coalición no
eran controlados por los comunistas en 1945-46.
Sin embargo, hubo en Potsdam una presión creciente sobre la
Unión Soviética que se inclinaba hacia los gobiernos de
coalición “real” en Europa oriental. Churchill, que
estaba obsesionado con el peligro del comunismo en Europa y
utilizaba cada oportunidad para endurecer la voluntad de los
funcionarios de EE UU en sus negociaciones con la Unión Soviética,
quedó “completamente fascinado” al conocer el éxito
de la explosión de prueba de la bomba atómica /6. Las
noticias llegaron a Truman en Potsdam quien, de acuerdo con
Churchill, se convirtió en “otro hombre. Puso en su
sitio a los rusos y en general dominó la reunión” /7.
Desde el momento en que Polonia, por razones geoestratégicas
obvias, era el pivote del nuevo orden en Europa oriental, fue
escogida como la prueba de si los soviéticos se someterían
al mundo dominado por los americanos o si seguirían una
estrategia propia y distinta. Para la Unión Soviética, sin
embargo, Polonia no era una cuestión negociable. Dado que ahí
no tenía tropas, EE UU pudo hacer poco en el caso de Polonia.
Grecia iba a demostrar un caso diferente.
Grecia llamó la atención de EE UU después de la decisión
del Congreso de suspender el Acuerdo de Préstamo y Arriendo
con sus aliados europeos. Gran Bretaña respondió reduciendo
su presencia económica y militar en Grecia, en aquel entonces
agonizante a causa de la guerra civil. El Ministerio de
Hacienda estaba a favor de una retirada de Grecia. “Ni
siquiera, si tuviéramos el dinero, estoy de acuerdo en que
debemos gastarlo en esta forma... sosteniendo, aun con la
ayuda de los americanos, a los estados débiles en el Mediterráneo
oriental contra Rusia”, escribió el ministro de
Hacienda a Attlee en noviembre de 1945 /8. La fracasada
Pax Británica proporcionó la oportunidad para que el
imperio americano hiciera valer sus derechos: ahora estaba
preparado para problemas de esta clase. Dentro del nuevo orden
anticomunista, Grecia fue presentada como una cuestión de
supervivencia de la nación americana. Forrestal, el
secretario de Marina, le dijo a Truman: “Si podemos
ganar, deberíamos reconocerla como una lucha fundamental
entre nuestro tipo de sociedad y la rusa” /9. Los
rusos, opinó, no responderían a nada que no fuera el poder.
Marshall, el nuevo secretario de Estado, igualmente argumentó:
“No es alarmista decir que estamos enfrentando la primera
crisis de una serie que podría extender el dominio soviético
a Europa (occidental), el Oriente Próximo y Asia” /10.
El 12 de marzo de 1946 Truman pronunció un discurso ante la
sesión plenaria del Congreso en el que, además de solicitar
300 millones de dólares para Grecia y cien millones para
Turquía, presentó los acontecimientos en la primera como una
lucha global “entre formas de vida alternativas: La política
de Estados Unidos debe ser de apoyo al pueblo libre que está
resistiendo la subyugación intentada por las minorías
armadas o por presiones exteriores” /11. La
proclamación de la Doctrina Truman puede ser considerada como
el comienzo de la primera fase de la Guerra Fría.
A la presión diplomática-militar después de la guerra, EE
UU añadió el chantaje económico. El imperialismo de EE UU
surgió de la guerra con una enorme capacidad industrial, agrícola
y financiera al mismo tiempo que todos sus competidores
potenciales estaban postrados económicamente. Esto era
especialmente cierto en el caso de la Unión Soviética.
Horowitz cita una notable descripción aparecida en The
Observer escrita por el experto ruso Edward Crankshaw: “Viajar
tan lentamente por tren sobre las recién abiertas vías férreas
desde Moscú hacia la nueva frontera en Brest Litovsk en los días
posteriores a la guerra, era una experiencia terrible. En
cientos, en miles de millas, no había objeto en pie o
viviente a la vista.. Cada pueblo estaba arrasado, cada
ciudad. No había graneros; no había maquinaria. No había
estaciones ni torres de elevación de agua. No había un solo
poste de telégrafo en todo ese vasto campo y las amplias
fajas de bosques habían sido cortadas por los guerrilleros a
lo largo de la línea como protección contra emboscadas. A
todo lo largo de la línea estaban las vías retorcidas,
arrancadas por los alemanes, quienes trabajaron con trenes
especialmente equipados con garfios conforme se movilizaban
hacia el Oeste. En los campos, descuidados, sólo mujeres, niños
y ancianos podían verse y éstos sólo utilizaban
herramientas de mano” /12.
Todas las principales potencias que surgieron de la guerra
esperaban la asistencia económica y financiera de EE UU.
También la Unión Soviética /13. Pero cada potencia
quería un tipo de asistencia que no acarreara una reducción
de la independencia y de la autodeterminación de sus políticas,
tal como las querían sus clases y castas dirigentes. Pero eso
era precisamente lo que Washington no estaba dispuesto a
conceder en 1945: la suspensión de la ayuda directa, otorgada
vía préstamo y arriendo (Lend-Lease), fue un duro
golpe para Churchill, De Gaulle y también para Stalin. La
negativa de los préstamos americanos hizo la cuestión de las
reparaciones alemanas aún más importante para la burocracia
soviética /14.
Las fuerzas armadas soviéticas empezaron a despojar a sus
zonas de ocupación de una parte importante de su equipo
industrial. Así lo hicieron en Alemania Oriental. También en
Manchuria. Cuando emprendieron acciones similares en Rumania,
Bulgaria y Hungría, crecieron los conflictos con la burguesía
local y las fracciones no-stalinistas del movimiento obrero.
Las semillas de la segunda etapa de la Guerra Fría se estaban
sembrando.
Pero desde un principio, las cosas no eran tan claras. La
cuestión de si la industria pesada del Ruhr debería ser
desmantelada o no, estaba sin determinar. Una fracción
minoritaria de la burguesía de EE UU, representada por Henry
Morgenthau, el secretario del Tesoro, había favorecido esa
medida. Sectores secundarios de las burguesías francesa y
británica pensaban igual. Incluso dentro del Partido
Laborista británico había cierta vacilación /15. De
cualquier modo, los movimientos hacia un desmantelamiento del
Ruhr comenzaron y llegaron a ser el punto focal del primer
despertar de la clase obrera alemana, que se unió en una
protesta masiva a través de toda la región contra dichos
actos de barbarie. Ya que Stalin esperaba obtener algunas
ganancias, presionó intensamente sobre el PCA, tanto en la
zona de ocupación Occidental como en la Oriental, para que se
opusiera a las huelgas.
En Alemania Occidental comenzó la decadencia ininterrumpida
del stalinismo alemán (el PC había disfrutado todavía de
sorprendente influencia allí en el período inmediato a la
posguerra) /16. En Alemania Oriental, el estalinismo
fue la fuente principal de descontento de la clase obrera y
neutralizó la aspiración popular a la unidad
comunista-socialista, especialmente al implicarse en el
esfuerzo de incrementar la producción por la clase obrera con
el fin de crear un nuevo fondo de “acumulación socialista
primitiva” para la reconstrucción de la industria y el país.
Esto conduciría finalmente al levantamiento obrero del 16-17
de junio de 1953 en Alemania Oriental, que forzó al Kremlin a
poner fin al saqueo de Europa oriental.
En este contexto /17 hay que mencionar la total e
indiscriminada expulsión de once millones de alemanes de
Prusia oriental, Pomerania, Silesia, Polonia y Checoslovaquia,
un acto indefendible. Esto no fue solamente una respuesta de
Stalin, sino de todos los aliados, al irredentismo
post-Versalles de las minorías alemanas en Europa oriental,
así como una precondición para la adopción de la frontera
Oder-Neisse para Polonia.
Cuando el imperialismo americano decidió situarse contra la
posición de mantener a Alemania, Japón e Italia en estado de
postración económica y se orientó hacia el Plan Marshall y
las reformas monetarias de 1948, se hizo inevitable la segunda
etapa de la Guerra Fría. Por medio de la operación del Plan
Marshall y la Unión de Pagos Europeos junto a éste, los países
participantes se integraron en un mercado mundial regido por
la ley del dólar americano como medio universal de cambio y
pago y por el poder político y militar de EE UU como el arma
secular de ese dominio sagrado. Para Stalin la opción era
clara. La alternativa para los países bajo el control político
y militar del Kremlin era: o que fueran económicamente
reabsorbidos por el capitalismo internacional, o que fueran
asimilados estructuralmente a la URSS, lo cual exigía la
abolición de la propiedad capitalista.
La decisión no fue fácil para la burocracia soviética /18.
No fue tomada universal ni dogmáticamente. Los casos de
Austria y Finlandia /19 indican que una solución de
compromiso -gobiernos neutrales y amistosos hacia Moscú, pero
manteniendo relaciones capitalistas de propiedad- era posible.
Aunque no existe ninguna prueba definida, hay gran cantidad de
evidencias circunstanciales que sugieren que a cambio de la
neutralidad y la desmilitarización, la burguesía alemana
pudo probablemente haber obtenido la reunificación de su país,
bajo relaciones de propiedad predominantemente capitalistas,
si bien con un gran sector público como en Austria, en 1955.
Los sucesores de Stalin, especialmente Malenkov, parecen
haberse movido en esa dirección. Se hicieron propuestas a
Kurt Schumacher, el líder de la socialdemocracia alemana,
quien probablemente habría surgido como canciller y figura
dominante de la Alemania unida, reemplazando a Adenauer y
Ulbricht. Pero la hipótesis nunca fue demostrada en la práctica.
Dulles, Eden, Bidault y Adenauer la bloquearon con éxito,
cada uno por sus propias razones particulares. Así la división
de Alemania y de Europa en dos diferentes sistemas socioeconómicos
-y más tarde en dos diferentes alianzas militares- se
hicieron fijas e institucionalizadas.
En Japón, Truman y MacArthur se movieron en una dirección
similar en 1948. Pero allí el estallido de la guerra de Corea
fue el punto de cambio decisivo. La industria japonesa se
convirtió en la principal base material para la guerra
imperialista contra la revolución china. Desde entonces,
emprendió el camino del crecimiento económico acelerado, en
el cual ha continuado desde entonces.
Es una cuestión interesante estudiar cuando la burocracia
soviética optó por crear un glacis de Estados
clientes en sus fronteras occidentales, estructuralmente
asimiladas a la Unión Soviética -es decir, caracterizadas
por el derrocamiento del poder estatal capitalista y las
relaciones de propiedad a través de la coacción burocrático-militar
(“la revolución desde arriba” con una insignificante
revolución popular) /20.
En los primeros dieciocho meses de la guerra alemana-soviética,
mientras el Ejército Rojo estaba esencialmente a la
defensiva, Stalin no parecía haber tenido ningún plan para
la posguerra más allá de intentar asegurar la aprobación de
Churchill para las fronteras soviéticas de 1941, es decir, el
reconocimiento de lo que se había obtenido mediante el pacto
Hitler-Stalin: los estados del Báltico, Ucrania occidental y
Bielorusia occidental, así como Besarabia y el norte de
Bukovina. Churchill y Eden susurraban y conspiraban, como
Roosevelt, bajo la presión del lobby polaco-americano
en el Partido Demócrata. Pero en general se inclinaron a
aceptar estas propuestas, con la condición de que el gobierno
polaco debía ratificarlas.
Después de la victoria de Stalingrado, Stalin empezó a
cambiar de orientación. Maisky fue retirado como embajador de
Londres y nombrado vicecomisario (más tarde viceministro) de
Asuntos Exteriores a cargo de las negociaciones para el
estatus de Europa en la posguerra. Su informe se centraba en
la cuestión de las reparaciones. Más tarde, Litvinov se unió
a él.
En realidad durante 1943, incluyendo la Conferencia de Teherán,
y la primera mitad de 1944, las reparaciones y la cuestión
alemana estaban en primer plano en las negociaciones diplomáticas
y en los conflictos entre los aliados imperialistas
occidentales y el Kremlin, mucho más que las cuestiones de
Europa oriental o la polaca. La configuración militar que
surgía en Europa oriental todavía estaba lejos de aclararse.
El segundo frente era ahora una certeza. Los ejércitos
aliados avanzaban a través de Italia hacia Europa central. El
valor del “botín” alemán y del norte italiano
involucrado en estos movimientos -en primer lugar los
baluartes industriales del Ruhr, el sur de Alemania, Sajonia,
Berlín y Silesia, y los de Milán y Turín- era mucho mayor
que Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia, Grecia
o incluso Checoslovaquia.
El fracaso de los ejércitos aliados en su avance hacia Milán
y Viena en la segunda mitad de 1944, el fracaso de la entrada
de Montgomery a través del Rhin en el otoño de 1944, el
avance hacia Yassy de Malinovsky y Tulbukhin, y la victoria de
Tito en Yugoslavia, alteraron radicalmente la situación.
Ahora, por primera vez, se hizo posible que el Ejército Rojo
estuviera en Budapest, Viena, Berlín y Praga antes que sus
contrapartes anglo-americanas. Pero todavía estaba en duda
quién llegaría primero a Hamburgo, Munich y Milán. Así la
cuestión de la división de Europa en zonas de ocupación
militar y de influencia se situó en el centro del escenario
diplomático y estaba en el corazón de la negociación de
Moscú y Yalta.
En enero de 1945, las negociaciones estaban basadas en una
estimación esencialmente realista del equilibrio de poder
militar en Europa. Ese equilibrio había tenido un cambio a
expensas de los imperialistas occidentales como resultado del
avance de Tulbukhin en el frente de Pruth y la ofensiva de las
Ardenas de Hitler. Probablemente no estamos equivocados al
pensar que fue al finalizar el verano de 1944 cuando Stalin,
Molotov y otros empezaron a considerar la posesión de varios
países de Europa oriental por parte de la burocracia soviética,
aunque sin precisar claramente cuáles serían /21.
Stalin actuó de una manera esencialmente pragmática en todos
los casos. Su ambición se extendió hasta aprovechar las
oportunidades territoriales con un mínimo de riesgo
(incluyendo el de la confrontación con revoluciones
populares). Esto no era nuevo. Ya en 1939-41 se había
presentado la oportunidad de apoderarse de los estados del Báltico,
Ucrania occidental, Bielorusia y Besarabia como resultado del
pacto Hitler-Stalin. En 1944-48 la oportunidad de imponer regímenes
políticos pro-Moscú en la mayor parte de Europa central y
oriental fue aprovechada. Pero fue una operación
estrictamente burocrática-militar, basada en acuerdos de
facto con el imperialismo -es decir, la división de Europa y
Asia en esferas de influencia- y sin ninguna intención de
“estimular” la revolución socialista internacional.
La prueba más clara de que esta opción estaba fuera de la
agenda es lo que sucedió en el resto de Europa. Stalin
abandonó a las fuerzas griegas del Frente de Liberación
Nacional y a su brazo armado, el ELAS y al PC griego, a una
lenta erosión (y luego la derrota final) a manos de la
burguesía griega y de los imperialismos británico y
americano. Impuso con Thorez, en Francia, y Togliatti, en
Italia, una línea de total capitulación a la reconstrucción
de un Estado burgués y una economía capitalista. Así que
había una genuina do ut des involucrada en los
convenios de posguerra entre Stalin y Churchill primero y
luego Stalin, Roosvelt y Churchill. Los logros del capitalismo
fueron ciertamente mayores que los de la burocracia soviética.
¿Por qué la Guerra Fría no se convirtió en una guerra
caliente, excepto en Corea, y aún allí, muy
significativamente, sin la participación de la URSS?
Poderosos sectores de la burguesía de EE UU estaban a favor,
si no de una prueba de fuerza militar total con la Unión Soviética,
al menos de una posición de “riesgo” constante. Ese
riesgo fue en gran medida evitado -aunque se dio más tarde en
Corea y resurgió sobre Dien Bien Phu- básicamente por
razones políticas. A pesar de la dura presión de Truman y
Forrestal, el Congreso de EE UU no aceptó el reclutamiento en
tiempo de paz en 1945. La posibilidad que obsesionaba a
Churchill de que el ejército de EE UU saliera de Europa, casi
ocurrió /22. Ciertamente la presencia militar fue
fortalecida de nuevo tras de la proclamación de la Doctrina
Truman, cuando EE UU estableció bases en Grecia y Turquía, y
con la constitución del Tratado para la Organización del Atlántico
Norte (OTAN) después del estallido de la guerra de Corea.
Pero, entretanto, el resto de las fuerzas de EE UU en Alemania
y Austria eran insuficientes para empezar una guerra contra la
URSS.
Sin embargo, las razones sociopolíticas fueron más
importantes que cualquiera de las razones técnicas. En el período
entre el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón y el
desarrollo total de la Guerra Fría, el imperialismo americano
se enfrentaba con una cada vez más compleja serie de crisis.
El soldado raso empezó a manifestarse y estuvo a punto de
amotinarse para ser repatriado. El movimiento obrero americano
se lanzó a la huelga más grande y la segunda con mayor
militancia en la historia americana. La guerra civil se
desarrolló en Grecia. Los obreros franceses e italianos se
sublevaron, con independencia, e incluso en contra, de sus líderes
socialdemócratas y estalinistas, levantamiento que llegó a
su clímax en la huelga general insurreccional de Italia el 14
de julio de 1948, después del atentado contra la vida de
Palmiro Togliatti. La guerra civil se encarnizó en el país más
populoso del mundo: China. El segundo país más populoso del
mundo, India, estaba agonizando debido a las sangrientas
convulsiones después de su independencia y no era seguro que
allí, como en Indonesia, la burguesía fuera capaz de retener
el control. Y por encima de todo, no era seguro que la enorme
maquinaria industrial americana, hinchada por las inversiones
en tiempo de guerra, fuera capaz de transformarse en producción
doméstica sin caer en una profunda crisis de sobreproducción.
La conclusión que se saca de esta lista de problemas para el
imperialismo americano y el capitalismo internacional es
obvia. A pesar de su absoluta superioridad militar y su
hegemonía industrial-financiera, el imperialismo de EE UU fue
incapaz de afrontar todas estas crisis y conflictos y
arriesgarse a una guerra “caliente” con la URSS al mismo
tiempo. La Unión Soviética era ya la segunda potencia
militar más grande en el mundo, con un ejército endurecido
en combate y exaltado por un sentimiento de seguridad y éxito.
Con el reconocimiento por haber derrotado al fascismo europeo,
gozó de un enorme prestigio a los ojos de la clase obrera.
Pero, sobre todo, el surgimiento de la militancia de la clase
obrera en las zonas centrales del capitalismo mundial y los
logros de las revoluciones en China, Yugoslavia, Grecia,
Indochina e Indonesia, se mostraron aunque desiguales,
suficientemente fuertes para salvar la paz mundial y a la
URSS. El Pentágono fue obligado a limitarse, por temor a que
estas explosiones se multiplicaran. Y a un nivel más modesto,
la elección del gobierno laborista en Gran Bretaña en 1945
actuó como un factor de restricción /23.
En última instancia, era cuestión de prioridades. El
gobierno burgués de EE UU tuvo que organizar una estrategia
de posguerra, cuya primera tarea fue la reestabilización del
capitalismo en Europa occidental, Japón y en su propia
patria. Se situó en el papel de gendarme mundial del
capitalismo, pero limitando su intervención a las guerras
locales, es decir, a guerras limitadas de contrarrevolución.
Tras la derrota movimiento por la independencia y la revolución
griegas, dirigió su atención a Corea. Y éste seguiría
siendo el patrón: se mantenían los expedientes de simulacros
y preparativos de guerra de los planificadores militares, pero
la embestida contra la URSS había sido retirada de la agenda
por todo un período. Aún hoy no está en ella.
El imperialismo americano pudo limitarse porque tenía una
salida de carácter económico. La opción que escogió entre
1946-48 fue concentrar sus esfuerzos en la consolidación política
y económica del capitalismo en los principales países
imperialistas y garantizarles suficiente crédito y espacio
para desarrollarse, con el fin de iniciar una amplia expansión
mundial de la economía capitalista, con base en la cual el
capitalismo se estabilizaría política y socialmente en sus
principales fortalezas. Por esa prioridad, otras metas fueron
subordinadas, incluyendo la “salvación” de China del
comunismo y la “reducción” de la URSS a sus fronteras de
antes de la guerra y a la impotencia. Ayudado por los partidos
locales, comunista y socialdemócrata, cuya forma recordaba
claramente la estrategia de la burocracia obrera después de
la Primera Guerra Mundial, el proyecto de Estados Unidos
demostró ser muy satisfactorio para, exactamente, veinte años:
de 1947-48 a 1967-68.
Traducción de Berenice López García para
Editorial Fontamara, México 1991, revisada por la redacción.
1/ Durante mucho
tiempo, los autores comunistas condenaron el Plan Marshall
como perjudicial para la economía (capitalista) europea. Una
revisión táctica de esta tesis está ahora comenzando. Así
Nagels, ex dirigente del PC belga, insiste en su libro Un
contre-projet pour I´Europe (Bruselas, 1979) que el Plan
Marshall era de crucial importancia para volver a lanzar la
economía capitalista en Europa occidental.
2/ The Time for Decision, Cleveland, 1944, p.
332. Ver Horowitz, D (1965) From Yalta to Vietnam: American
Foreign Policy in the Cold War, Nueva York. (En
castellano: Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1967).
Welles resaltó esta declaración insistiendo en la no
interferencia en los asuntos internos de los países de América
Latina. Lo mismo obviamente se aplicó el axioma de que los
gobiernos de Europa oriental debían ser “cooperativos y
propicios” con la URSS.
3/ Fue en la reunión de Moscú con Stalin, en octubre
de 1944, donde Churchill escribió sus famosas notas que dividían
los Balcanes y Europa oriental en esferas de influencia.
Funcionaba de la siguiente manera: Rumania:90% URSS, 10% Gran
Bretaña, Bulgaria:75% URSS, 25% Gran Bretaña, Grecia:10%
URSS, 90% Gran Bretaña, Checoslovaquia, Hungría y
Yugoslavia: 50% URSS, 50% Gran Bretaña. Estos porcentajes
fueron posteriormente cambiados en tortuosas sesiones entre
Eden y Molotov. Churchill,W (1954) The Second World War,
Londres, vol. 6, pág. 227.
4/ Reflexiones del almirante Leahy sobre la reunión de
emergencia celebrada en la Casa Blanca para prepararse para
las discusiones con Molotov, quien llegó a Washington el 22
de abril de 1945. Truman estuvo desacostumbradamente torpe en
la posterior reunión con Molotov, quien luego se quejó: ”Nunca
me habían hablado en esa forma en mi vida”. Yergin, p.
83.
5/ Bulgaria, a diferencia de Hungría y Rumania, nunca
mandó sus tropas a la Unión Soviética pero las empleó para
la ocupación de los Estados vecinos. El Ejército Rojo
simplemente entró en Bulgaria. No hubo un solo tiro entre las
unidades soviéticas y las búlgaras.
6/ De acuerdo con el diario de Alanbrooke, Churchill le
dijo: “Que ahora teníamos algo en nuestras manos que
equilibraría la balanza con los rusos. El secreto de este
explosivo y el poder para utilizarlo alteraría completamente
el equilibrio diplomático, que estaba a la deriva desde la
derrota de Alemania” (Citado en Yergia, p. 120).
7/ Ibid, p.117. En Potsdam, Churchill fue
reemplazado por Attlee, el nuevo primer ministro, y Eden por
Bevin, sin que se produjera ningún cambio en la dirección
política de la conferencia. “Solamente los ingleses, con
su fantástica capacidad para el empirismo, podían haber
admitido a un hombre como Attlee en las filas socialistas”,
escribió Bidault, ministro de Asuntos Exteriores francés.
8/ El Ministerio de Hacienda finalmente se había
salido con la suya en contra del departamento de Asuntos
Exteriores respecto a la cuestión de Grecia. Gracias al mal
tiempo y a la crisis de combustible de ese invierno, los británicos
finalmente decidieron “ponerle fin a nuestro interminable
despilfarro de dinero de los contribuyentes británicos para
los griegos”. Era su intención “presentar el asunto
(de Grecia) en Washington de manera que incitara a los
americanos a asumir la responsabilidad” (Yergin p. 280).
Y esto fue ciertamente lo que pasó: “Los americanos se
alarmaron por temor a que Rusia invadiera los Balcanes y el
Mediterráneo oriental. Los funcionarios del Tesoro me
dijeron, más tarde, que nunca pensaron que el efecto se daría
tan rápido y en forma tan contundente” (Dalton, citado
por Yergin pp. 280-81).
9/ Citado en ibid, p. 281.
10/ Ibid.
11/ Ibid. p. 283.
12/ The Observer, 3/4/1944.
13/ La exigencia de las reparaciones de la URSS debe
oponerse a los antecedentes de la política de “tierra
quemada” de Hitler en Bielorusia y Ucrania. En tres órdenes
típicas del Wehrmacht (21 de diciembre de 1941, 30 de agosto
de 1943 y 7 de septiembre de 1943) se declaró que todas las
aldeas debían ser quemadas sin consideración de las
consecuencias para sus habitantes; todos los alimentos y
herramientas agrícolas expropiadas; todos los campos destruídos;
toda la producción de alimentos imposibilitada; todo el
equipo industrial, artesanal y de transporte, trasladado.
Carell, P. Verbrannte Erde, pp. 463-65 y 293-9.
14/ El embajador americano en Moscú, Harriman,
cablegrafió al Departamento de Estado en enero de 1945
diciendo que la Unión Soviética daba “suma importancia”
a sustanciales créditos de posguerra como base para el
desarrollo de las relaciones soviético-americanas. “A
partir de su (de V. M. Molotov) declaración percibí
la implicación de que el desarrollo de nuestras relaciones
amistosas dependería de un crédito generoso“. La
solicitud formal de un crédito de seis mil millones de dólares
se hizo el 3 de enero de 1945. Pero el 23 de abril Truman le
dijo explícitamente a Molotov en Washington que la ayuda económica
dependería de un convenio satisfactorio sobre la cuestión
polaca. (G. Paterson, P. Ed, “Foreign Aid as a Diplomatic
Wapon”, en op.cit. pp. 69,70,72)
15/ Es por supuesto escandaloso -refleja la
responsabilidad histórica de Bevin- que el mismo partido que
en Gran Bretaña apoyó la nacionalización del carbón y el
acero se rehusó a hacerlo en el Ruhr, aun cuando los
propietarios habían estado entre los principales respaldos
financieros de los nazis, habían obtenido mucho provecho de
su política de saqueo de Europa e importado trabajo forzado a
escala masiva a Alemania.
/16 El PCA obtuvo el diez por ciento del voto popular
en las elecciones regionales de Alemania Occidental en
1946-47. Tenía trescientos mil miembros y mantenía
posiciones importantes en los sindicatos locales y entre los
representantes de los obreros en secciones de fábricas en
todo el país.
17/ La clase obrera alemana en ambas zonas de ocupación,
oriental y occidental, era muy favorable a la supresión de la
propiedad privada de los medios de producción. En la
primavera de 1946 se aprobó un referéndum en Sajonia,
ocupada por los soviéticos, y en Hessen, ocupada por los
americanos, sobre la cuestión de la nacionalización de las
industrias básicas. El 77.7% en la primera y el 72% en la última
votaron a favor de la expropiación de los capitalistas.
Comentando sobre el deseo de Stalin de ver desmantelada la
industria pesada alemana, Isaac Deutscher escribió: “No
pudo haber ignorado que su plan, tan quimérico como
implacable, si se hubiera llevado a cabo, hubiera ocasionado
la descomposición de la clase obrera alemana, la principal,
si no es que la única fuerza social a la que el comunismo podía
haber apelado y cuyo apoyo podía haber conseguido.”
(Deutscher, Stalin, Harmondsworth, 1982, p. 523. en español,
México, Ed. ERA, 1965). Toda la estrategia de Stalin hacia
Europa estaba desde luego, basada en la premisa de una
profunda desconfianza y especialmente de la clase obrera
alemana.
18/ En abril de 1945 Stalin dijo a Tito y Djilas en
Moscú: “Esta guerra no es como en el pasado; quienquiera
que ocupe un territorio también impone en él su propio
sistema social. Cada uno impone su propio sistema hasta donde
su ejército tiene el poder para hacerlo” (Djilas, Conversations
with Stalin, Harmondworth, 1963, p. 90. En castellano:
Barcelona, Seix Barral, 1962). Trotsky había escrito ya en
1939: “Mientras escribo estas lineas la cuestión de los
territorios ocupados por el Ejército Rojo todavía permanece
oscura... Es más probable que en los territorios planeados
para convertirse en parte de la URSS, el gobierno de Moscú
realice la expropiación a grandes terratenientes y la
nacionalización de los medios de producción. Esta variante
es más probable no porque la burocracia siga siendo leal al
programa socialista, sino porque no está deseosa ni es capaz
de compartir el poder y los privilegios que este último
supone, con las antiguas clases dominantes en los territorios
ocupados” (The USSR in War”, 25 de septiembre de 1939,
en Trotsky, L. (1942) In defense of Marxism, Nueva
York, p. 18. En castellano: Barcelona, Fontamara, 1980).
19/ De acuerdo con Jacques Hannak, en Austria, Renner,
que fue instalado como presidente y bajo quien se estableció
un gobierno de coalición con la participación del PC tan
pronto como el Ejército Rojo entró en Viena, realmente logró
engañar a Stalin . Stalin pensó que tenía el dominio del
chantajista con el antiguo líder socialdemócrata. El hecho
de que Renner públicamente hubiera solicitado apoyo para el Anschluss
durante el referéndum de 1938, posiblemente desempeñó
cierto papel en esta apuesta. Pero Renner juzgó correctamente
que las masas austríacas no estaban interesadas en su
comportamiento de siete años antes sino que lo juzgaría por
la forma en que defendiera la independencia de Austria contra
las fuerzas de ocupación soviéticas aquí y ahora. Esto es
lo que pasó. Primero, Renner aceptó a un comunista como
ministro del Interior en el gobierno de coalición. Pero
cuando el PC sufrió una derrota demoledora en las elecciones
del 25 de Noviembre de 1945, el comunista fue reemplazado por
el socialdemócrata Helmes, quien fácilmente evitó que el PC
conectara con el movimiento de huelga de 1947 (Jacques Hannak,
Kark Renner und seine Zeit, Viena, 1965, pp. 669-87).
Es interesante señalar que, en su oposición sistemática
hacia los gobiernos de coalición con la participación
comunista en Europa oriental y central, los imperialistas británicos
y americanos protestaron enérgicamente por la creación del
gobierno provisional de Renner por los soviéticos;
corrigieron su opinión más tarde. Es verdad que “más
tarde” Austria tenía sus propias fuerzas armadas.
20/ Sherwood, Robert E. pp. 400-01, 710, 713, 715-16.
21/ Varios autores soviéticos -así como algunos
autores en Occidente- tienden a exagerar este asunto. De
hecho, Hitler primero había retirado las divisiones
desbaratadas del frente oriental para hacer posible la
ofensiva de las Ardenas. Toda la evidencia disponible confirma
que la ofensiva ya había terminado -en primer lugar a causa
de la falta de combustible para los tanques alemanes- y los
americanos ya habían pasado a la contraofensiva, antes de que
el Ejército Rojo atacara el frente del Oder o antes de que
cualquier división alemana se retirara del frente occidental
al oriental.
22/ La diferencia hecha por las tropas americanas en
Europa está bien ilustrada por la crisis sobre Trieste a
mediados de mayo de 1945. Cuando el ejército de guerrilleros
yugoslavos trató de extender su ocupación sobre esta zona,
Truman pidió a Eisenhower, por medio del general Marshall,
que mandara tres divisiones al Paso Brenner o arriba de
Trieste. Marshall contestó que Eisenhower estaba preparado
para mandar cinco divisiones. Truman solicitó al almirante
King buques de la armada americana para llevarla al Adriático.
El general Arnold dijo a Truman que varios escuadrones de la
fuerza aérea estaban listos para ponerse en movimiento en
cualquier momento. Truman cablegrafió todo esto a Stalin y la
crisis fue solucionada. Truman, Memoirs, vol.1 pp.
249-50.
23/ La intervención de Attlee contra el plan de
MacArthur de utilizar la bomba atómica en Corea después de
la derrota masiva de las fuerzas americanas a manos del Ejército
de Liberación del pueblo chino, fue probablemente uno de los
factores clave para evitar su legitimación después de
Hiroshima y Nagasaki.
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